El fenómeno del chamanismo se centra sobre la figura del chamán, que es una persona a la cual se cree dotada especialmente para tratar a través del mundo del espíritu. En cuanto a la medicina misma los poderes del chaman incluyen el poder curar a los enfermos. La palabra se deriva del idioma Ural-Altaico, que se habla en todo Asia Central y del Norte.
El chamanismo también cruzó el Estrecho de Bering en los tiempos prehistóricos y se encuentra hoy entre los esquimales, Aleutianos, tribus indias americanas en todo Norte y América del Sur y en África.
Similares sistemas existen en la Península de Malasia, en Indonesia, y entre los aborígenes australianos y en tiempos recientes, en grupos remotos tribales en India y Corea. Entre los indios americanos se conoce como curanderos o chamanes.
A los chamanes en las culturas africanas se les conoce como “hechiceros”.
Igualmente, la condición de chamán pasa de generación a generación; no se acepta como un chamán a una persona hasta que primero se instruya por parte del anterior chaman y esté sujeto a una serie de ensayos.
La prueba final es una crisis que da por resultado una autocuración. El rito completo de iniciación es una forma simbólica de muerte y resurrección. Después de permanecer un tiempo errante en un mundo sobrenatural, reingresa el chamán a la Tierra como el intermediario justo entre los miembros de la tribu y las fuerzas del mundo sobrenatural.
Se concibe la enfermedad en tales grupos como un proceso espiritual. Las enfermedades serias, serían las que hubieran tomado el alma, la que debe ser rescatada por consiguiente por el chamán y restaurarla al cuerpo.
En las tradiciones indígenas, el chamán procura sanar el alma para así sanar el cuerpo. En una tradición que podría ser entendida en armonía con la visión holística, el alma se erige la llave de acceso al interior del plano físico del hombre. Los rituales mágico-religiosos, muchas veces apoyados en el uso de plantas medicinales – como los hongos sagrados y el peyote (este último muy utilizado por los chamanes mexicanos) -, dirigen su acción hacia la elevación del grado de conciencia hasta una posición acrecentada durante un lapso de tiempo durante el cual el chamán acompaña al paciente en la búsqueda y posterior sanación de aquellas parcelas de su alma que se encuentran mermadas. De este modo, la sanación espiritual lleva a la sanación física.
El chamanismo también cruzó el Estrecho de Bering en los tiempos prehistóricos y se encuentra hoy entre los esquimales, Aleutianos, tribus indias americanas en todo Norte y América del Sur y en África.
Similares sistemas existen en la Península de Malasia, en Indonesia, y entre los aborígenes australianos y en tiempos recientes, en grupos remotos tribales en India y Corea. Entre los indios americanos se conoce como curanderos o chamanes.
A los chamanes en las culturas africanas se les conoce como “hechiceros”.
Igualmente, la condición de chamán pasa de generación a generación; no se acepta como un chamán a una persona hasta que primero se instruya por parte del anterior chaman y esté sujeto a una serie de ensayos.
La prueba final es una crisis que da por resultado una autocuración. El rito completo de iniciación es una forma simbólica de muerte y resurrección. Después de permanecer un tiempo errante en un mundo sobrenatural, reingresa el chamán a la Tierra como el intermediario justo entre los miembros de la tribu y las fuerzas del mundo sobrenatural.
Se concibe la enfermedad en tales grupos como un proceso espiritual. Las enfermedades serias, serían las que hubieran tomado el alma, la que debe ser rescatada por consiguiente por el chamán y restaurarla al cuerpo.
En las tradiciones indígenas, el chamán procura sanar el alma para así sanar el cuerpo. En una tradición que podría ser entendida en armonía con la visión holística, el alma se erige la llave de acceso al interior del plano físico del hombre. Los rituales mágico-religiosos, muchas veces apoyados en el uso de plantas medicinales – como los hongos sagrados y el peyote (este último muy utilizado por los chamanes mexicanos) -, dirigen su acción hacia la elevación del grado de conciencia hasta una posición acrecentada durante un lapso de tiempo durante el cual el chamán acompaña al paciente en la búsqueda y posterior sanación de aquellas parcelas de su alma que se encuentran mermadas. De este modo, la sanación espiritual lleva a la sanación física.
La Medicina Chamánica
La medicina chamánica, como la mapuche, es una medicina eminentemente energética. El hombre participa en un cosmos constituido por una inmensa red de fuerzas que dan vida y forma a todas las cosas y seres existentes, al tiempo que los conectan entre sí. En virtud de tales lazos, que incluyen a todos los fenómenos energéticos, el hombre será afectado por esas fuerzas cósmicas y puede a su vez afectarlas; puede influir sobre otros seres así como ellos pueden influir sobre él. Este tipo de energía tiene la propiedad de poder ser concentrada y proyectada a distancia, así como también condensarse en forma sutil o grosera dentro de un ser vivo o una cosa.
Ella puede ser irradiada por el pensamiento o emoción de un hombre (odio, ira, envidia, etc.), por un espíritu maligno, por el alma de un difunto irritada, etc. Esta creencia animista es muy común todavía en Galicia bajo la denominación de “mal de ojo”, “ahojamiento” o “mala mirada”.
Esa energía disolvente, destructiva, perturbadora, al penetrar en un organismo biológico cuyo estado orgánico y funcional es armónico, es decir sano, provocará obviamente una ruptura de esa armonía y provocará la enfermedad. La acción energética a distancia es simbolizada por los pueblos chamánicos, incluida la Grecia arcaica con su Apolo, por el disparo de flechas mágicas. Otros pueblos con similares conceptos son los bergdama del suroeste de África. El hombre moderno, al ser incapaz de percibir la realidad no ordinaria, no se percata de que está siendo víctima de esta energía intrusa hasta que los efectos patológicos de la misma son ya manifiestos, así como además atribuirá a estos últimos una explicación causal válida sólo en la realidad ordinaria. En consecuencia, las terapias que se efectúen, sólo actuarán sobre los efectos y no sobre las causas de la enfermedad, que permanecerán ocultas. Esta “otra realidad” está intrínsecamente unida a un modelo de pensamiento, al “paradigma sagrado del chamanismo”.
Por el contrario, el chamán tradicional que se halla sensibilizado para percibir ese tipo de realidad no ordinaria vivenciará y sufrirá mucho más dramáticamente la enfermedad. El hombre moderno sólo tendrá dolores o perturbaciones molestas en un estadio avanzado del proceso patógeno, en cambio, el chamán los tendrá apenas se introduzca la enfermedad en su cuerpo; cuando el hombre moderno no siente nada el chamán puede estar sufriendo agudos dolores, por ejemplo.
Y esta vivencia más real, más consciente del chamán, es la que puede llegar a serle más nociva, aunque parezca paradójico. Ya sea por que se quebrante más rápido su resistencia psicológica a la enfermedad, ya sea porque determinadas actitudes psíquicas producto de la vivencia de la enfermedad. El hombre moderno hallándose inconsciente de la situación no tendrá tales actitudes hasta avanzado el proceso morboso. La noción de energía en el chamanismo se aproxima mucho más al concepto chino de Chi (Qi) patógeno que al occidental de energía, pero no obstante la concepción chamánica es mucho más amplia que la china.
Todo lo que he comentado en este artículo es meramente divulgativo, no refrendo ni comparto de ningún modo la actitud -que personalmente censuro- de aquellas personas que aplican indiscriminada e inapropiadamente el término "Energía" a cualquier influencia sutil, real o imaginaria, para tratar de dar validación "científica" a sus argumentaciones y se lucran de una forma escandalosa con las creencias ajenas. Me estoy refiriendo en este artículo a los auténticos chamanes, con los que he convivido y compartido experiencias dentro de su propio contexto étnico, social y sagrado, en su propia cultura. No debemos criticar o “pontificar” sobre sus actos fuera de su propio contexto cultural y vivencial. Es muy fácil negar de forma sarcástica y con una suficiencia absurda esos actos si solo los contemplamos desde la comodidad del sofá del salón y con los prejuicios de nuestro intelecto. No necesitamos validar nada con la ciencia occidental puesto que nos expresamos desde un contexto epistemológico ajeno a la misma, y si recurrimos a sus nociones - estricta o libremente- es con el simple y único fin de llegar a ser comprendidos por aquellos lectores que no han vivido esas experiencias, así como hacer evidente a los ojos de los lectores que sí han convivido con chamanes los alcances formidables de la sabiduría ancestral que representa esta cultura milenaria.
La medicina chamánica, como la mapuche, es una medicina eminentemente energética. El hombre participa en un cosmos constituido por una inmensa red de fuerzas que dan vida y forma a todas las cosas y seres existentes, al tiempo que los conectan entre sí. En virtud de tales lazos, que incluyen a todos los fenómenos energéticos, el hombre será afectado por esas fuerzas cósmicas y puede a su vez afectarlas; puede influir sobre otros seres así como ellos pueden influir sobre él. Este tipo de energía tiene la propiedad de poder ser concentrada y proyectada a distancia, así como también condensarse en forma sutil o grosera dentro de un ser vivo o una cosa.
Ella puede ser irradiada por el pensamiento o emoción de un hombre (odio, ira, envidia, etc.), por un espíritu maligno, por el alma de un difunto irritada, etc. Esta creencia animista es muy común todavía en Galicia bajo la denominación de “mal de ojo”, “ahojamiento” o “mala mirada”.
Esa energía disolvente, destructiva, perturbadora, al penetrar en un organismo biológico cuyo estado orgánico y funcional es armónico, es decir sano, provocará obviamente una ruptura de esa armonía y provocará la enfermedad. La acción energética a distancia es simbolizada por los pueblos chamánicos, incluida la Grecia arcaica con su Apolo, por el disparo de flechas mágicas. Otros pueblos con similares conceptos son los bergdama del suroeste de África. El hombre moderno, al ser incapaz de percibir la realidad no ordinaria, no se percata de que está siendo víctima de esta energía intrusa hasta que los efectos patológicos de la misma son ya manifiestos, así como además atribuirá a estos últimos una explicación causal válida sólo en la realidad ordinaria. En consecuencia, las terapias que se efectúen, sólo actuarán sobre los efectos y no sobre las causas de la enfermedad, que permanecerán ocultas. Esta “otra realidad” está intrínsecamente unida a un modelo de pensamiento, al “paradigma sagrado del chamanismo”.
Por el contrario, el chamán tradicional que se halla sensibilizado para percibir ese tipo de realidad no ordinaria vivenciará y sufrirá mucho más dramáticamente la enfermedad. El hombre moderno sólo tendrá dolores o perturbaciones molestas en un estadio avanzado del proceso patógeno, en cambio, el chamán los tendrá apenas se introduzca la enfermedad en su cuerpo; cuando el hombre moderno no siente nada el chamán puede estar sufriendo agudos dolores, por ejemplo.
Y esta vivencia más real, más consciente del chamán, es la que puede llegar a serle más nociva, aunque parezca paradójico. Ya sea por que se quebrante más rápido su resistencia psicológica a la enfermedad, ya sea porque determinadas actitudes psíquicas producto de la vivencia de la enfermedad. El hombre moderno hallándose inconsciente de la situación no tendrá tales actitudes hasta avanzado el proceso morboso. La noción de energía en el chamanismo se aproxima mucho más al concepto chino de Chi (Qi) patógeno que al occidental de energía, pero no obstante la concepción chamánica es mucho más amplia que la china.
Todo lo que he comentado en este artículo es meramente divulgativo, no refrendo ni comparto de ningún modo la actitud -que personalmente censuro- de aquellas personas que aplican indiscriminada e inapropiadamente el término "Energía" a cualquier influencia sutil, real o imaginaria, para tratar de dar validación "científica" a sus argumentaciones y se lucran de una forma escandalosa con las creencias ajenas. Me estoy refiriendo en este artículo a los auténticos chamanes, con los que he convivido y compartido experiencias dentro de su propio contexto étnico, social y sagrado, en su propia cultura. No debemos criticar o “pontificar” sobre sus actos fuera de su propio contexto cultural y vivencial. Es muy fácil negar de forma sarcástica y con una suficiencia absurda esos actos si solo los contemplamos desde la comodidad del sofá del salón y con los prejuicios de nuestro intelecto. No necesitamos validar nada con la ciencia occidental puesto que nos expresamos desde un contexto epistemológico ajeno a la misma, y si recurrimos a sus nociones - estricta o libremente- es con el simple y único fin de llegar a ser comprendidos por aquellos lectores que no han vivido esas experiencias, así como hacer evidente a los ojos de los lectores que sí han convivido con chamanes los alcances formidables de la sabiduría ancestral que representa esta cultura milenaria.
(Artículo de pronta aparición en la revista "Saber Alternativo").